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El acceso de la mujer al estudio de la Medicina

Comunidad | Etchevest Graciela y La Greca Francisca

 

“¿Qué causas científicas pueden concurrir para que la mitad de la raza permanezca en un lugar secundario? (...) No se puede volver atrás para destruir una conquista. La mujer ha ganado su puesto y nadie puede estorbarle el paso” [María Angélica Barreda, 1910]

El presente trabajo tiene como finalidad abordar desde una perspectiva cultural el lugar de la mujer en los comienzos de la Argentina Moderna. La condición femenina, identificada de este modo por los grupos dirigenciales a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, persigue como meta destacar la función maternal de la mujer y de ese modo excluir a las mujeres de la mayoría de las actividades públicas. Al mismo tiempo, el abordar como tema de análisis denota la preocupación por la tarea de inclusión que desde distintos ámbitos (clase alta, profesional y grupos de anarquistas) las mujeres estaban protagonizando a partir de la prensa, la reunión de congresos y la actividad profesional. Inclusión y exclusión[1] es el juego pendular que debemos tener en cuenta para mostrar el contexto en el que las mujeres se manifestaron en el espacio público. Un espacio otorgado sin conflicto fue la docencia, no así en las Letras ni en la Medicina. Las que eligieron esta carrera universitaria, especialmente en el último cuarto del siglo XIX, enfrentaron todo tipo de situaciones, discriminaciones y postergaciones. Insistieron, y en muchos casos lucharon políticamente para defender sus derechos, la de las demás mujeres. En 1910, el feminismo como movimiento de resistencia dentro del sistema quedó representado en un congreso convocado por la “Asociación Universitarias Argentinas “ y que sesionó con el nombre de “Primer Congreso Femenino Internacional”. Julieta Lanteri y Cecilia Grierson estuvieron en la dirección y fueron seguidas por un grupo de militantes reformistas. Además, lucharon por la salud pública. Por eso nos pareció importante empezar la presentación con la frase de María Angélica Barreda, primera abogada argentina, platense, que quiso ser médica pero que, al no poder costearse la carrera en Buenos Aires, estudió abogacía en su ciudad natal y recorrió un arduo camino para conseguir matricularse en la provincia de Buenos Aires.

El XIX es un siglo cargado de grandes transformaciones. La construcción de una república a partir de revolución de mayo de 1810 y la imposición del principio de la soberanía popular generó un debate sobre las instituciones educativas y se planteó la necesidad de educar a las mujeres, esencialmente porque ellas eran las formadoras en el hogar y por lo tanto las encargadas de transmitir los valores patrióticos.

Luego de organizado institucionalmente el Estado con la aprobación de la Constitución de 1853, Sarmiento, autor del libro Facundo. Civilización y barbarie, difunde como Director General de Escuelas de la provincia de Buenos Aires, la idea que el camino para enfrentar la barbarie era difundir el paradigma civilizador en la campaña. Elegido presidente para el período 1868 – 1874 decidió hacer en 1869 el Primer Censo Nacional, medida fundamental para conocer la cantidad de población y sus condiciones sociales. Los resultados de este censo dejaron en evidencia que la población no llegaba a dos millones de personas y que las dos terceras partes eran analfabetas. Este dato lo lleva a buscar un camino rápido para resolver el tema de la educación pública.

En su viaje a EEUU, Sarmiento había entrado en contacto con feministas y con el movimiento “normalista”. De allí tomó su modelo educativo, aunque señaló diferencias importantes entre ambas sociedades. En los ´70, Sarmiento promovió la participación de la mujer en la esfera pública como periodista, docente, y en la literatura (Palermo, p. 402), creó en 1870 la primera Escuela Normal en Paraná para lo que hizo venir al país a maestras norteamericanas. Este fue el primer paso para que las mujeres accedieron a la educación secundaria y luego a la universidad.

La docencia a partir de la creación de las escuelas normales fue una carrera destinada a las mujeres y se entendía a esta tarea como una extensión del rol femenino de dedicarse al cuidado de la familia y al mismo tiempo permitía incluir a las mujeres en la esfera pública. El acceso a la universidad era difícil y en general, eran excluidas y solamente el esfuerzo personal permitía alcanzar el objetivo, desde una perspectiva de género la mujer adoptaba el modelo varonil para lograr su inserción. La socióloga Dora Barrancos dice acerca de Cecilia Grierson que “algunos contemporáneos […] señalaron la apariencia varonil con que Cecilia se había blindado en la lucha contra las dificultades de la vida. Virilización del estilo, del carácter estricto, ascetismo y contención temperamental fueron seguramente los resultados de decisiones desafiantes en los medios desiertos que decidió transitar” (Barrancos, 2002, 38). Por otro lado, la elección de la carrera médica está ligada, al igual que el magisterio, a la vida social. Se daba por sentado que eran las mejores carreras que se adecuaban a la “naturaleza” femenina.

La promulgación de la Constitución en 1853 no dio paso a la institucionalización de la Argentina, quedaron temas pendientes: la unificación del país (Estado de Buenos Aires y Confederación Argentina) y la federalización de la ciudad de Buenos Aires en 1880. A partir de 1880 el estado es administrado por una Generación que confiaba en el progreso ilimitado y sostenía que ese progreso se lograría a través del desarrollo científico y la corroboración a través de la experiencia. De allí la importancia que se dio a todo lo relacionado con la educación. Esta ideología quedó plasmada en profundos cambios: se organiza jurídicamente el Estado, se estructura la economía primario-exportador para concretar la incorporación de la Argentina al mercado mundial y la llegada de inversiones extranjeras, se promueve el arribo de grandes contingentes de inmigrantes europeos, y se sancionó la Ley 1420 de educación primaria común, gratuita y laica.

Por otro lado, la realidad del país también impuso su agenda. Buenos Aires era una ciudad que había padecido diversas epidemias a lo largo de su historia pero la fiebre amarilla de 1871, que produjo la muerte del 8% de sus habitantes, partió las aguas. Como dice el historiador Diego Armus: “Así, y aun cuando las enfermedades epidémicas no fueron una novedad de fines del siglo XIX y comienzos del XX, es evidente que en estos años se cargaron de una hasta entonces desconocida significación social, cultural y política. (Armus, 200, p.510). La clase dirigente de los ‘80 se convenció de que la enfermedad era un problema social.

La salud pública reclamaba la concreción de importantes obras públicas (cloacas, agua potable, obras de saneamiento, aire puro, espacios verdes y atención médica). Así, la higiene se asoció fuertemente a la Medicina. Los higienistas relacionaron la pobreza con la salud y fijaron la necesidad de crear instituciones de asistencia. La presencia de mujeres médicas ayudó a abordar el problema sanitario. Cecilia Grierson, relata Dora Barrancos, generó proyectos para incluir a las mujeres en la lucha contra la marginalidad, “se desempeñó como secretaria del Patronato de la Infancia, […] actuó en el Poder Judicial como inspectora de la situación de madres desamparadas y de menores de edad, ofició de inspectora en el Asilo de Mujeres, además de fundar la Asociación Argentina de Primeros Auxilios, en la que fue docente incansable, y la Escuela Técnica de la Mujer. Ejerció también la docencia en la escuela media y creó, con Ernestina López de Nelson, el primer curso de Ciencias Domésticas en el Liceo de Señoritas Nº 1; ambas estaban convencidas –como tantas reformistas- que era fundamental agregar valor al desempeño de la mujer en el hogar a través de un conocimiento integral que iba desde los cuidados personales, hasta los primeros auxilios y la puericultura” (Barrancos, 2002, p. 42). Excluida del ámbito académico de la Facultad de Medicina e impedido el acceso por “su condición de mujer” a la especialización en Cirugía, se inclinó por el trabajo profesional a nivel social.

Otro campo vedado para las mujeres era el literario y específicamente el periodismo. Dora Barrancos refiere a la ponencia que Mercedes Pujato Crespo hace en el Primer Congreso Patriótico de Mujeres[2] en 1910 en donde sostiene que “sí había algunas mujeres preparadas, no se atrevían a escribir, temerosas de los mordiscos de la crítica o el latigazo del sarcasmo que caería inmediatamente sobre ellas, y sí llegaron a hacerlo, fue sin estampar jamás su firma” (Barrancos, 2002, p27). La autora tenía en claro la exclusión en el campo de la cultura. En 1896 se fundó la Facultad de Filosofía y Letras y en 1901 egresaron cuatro mujeres, todas ellas vinculadas a sus pares médicas en sus luchas por la inclusión, a tal punto que la tesis que presentó una de ellas, Elvira López se utilizó por primera vez un término que tendrá una gran lucha por delante: “El movimiento feminista”.

Indudablemente la profesionalización se produjo en el ámbito de las Ciencias Médicas. Elida Passo, hija de un farmacéutico, obtuvo el mismo título que el padre y fue la primera mujer egresada universitaria del país. Luego, cuando quiso iniciar la carrera de Medicina, fue rechazada por lo que tuvo que iniciar un recurso judicial para poder cursarla. Lamentablemente murió de tuberculosis antes de recibirse (Gonzalez). Es indudable que hay tres nombres por lo menos, que la medicina y la sociedad debiera tener en cuenta entre otras más que han luchado por la eliminación de la discriminación de todo tipo, por la igualdad de género y por la defensa de los sectores más postergados. Nos referimos a Cecilia Grierson, Elvira Rawson y Julieta Lanteri, primera, segunda y quinta mujer recibidas de médicas en la Universidad de Buenos Aires.


UBA 12/08/2020 199 de Historia


En este panorama los estudios médicos adquirieron mucha importancia pero no condujeron a que el ingreso a la carrera para las mujeres fuera sencillo. Grandes problemas debieron enfrentar las jóvenes futuras médicas. Algunas fueron rechazadas, a otras sólo se les permitió estudiar farmacia y obstetricia, carreras menores por entonces, casi todas lucharon por la defensa de los derechos de las mujeres y de los niños. (González). Muchas también tuvieron militancia política concreta (Alcira de la Peña, Elvira Rawson). Otras tantas nacieron en el seno de familias de origen europeo con antecedentes de padres con título universitario (Cecilia Grierson), todas con impedimentos para dedicarse a la investigación o para ocupar cargos docentes importantes en la facultad.

A modo de síntesis podemos decir que el tema de la salud a partir de mediados del siglo XIX se convirtió en una cuestión muy importante, muy especialmente en Buenos Aires. La ciudad se irá convirtiendo en el ejemplo de la modernización que se pretendía. Para que la “gran aldea” se transformara en un centro modelo de desarrollo, eran fundamentales las obras de salubridad. La salud se convirtió en una razón de Estado. A pesar de ello no fue fácil para las mujeres insertarse en ese ambiente por la incomprensión, la discriminación y por razones de género




[1] Inclusión/Exclusión son los dos términos que Dora Barrancos propone para abordar desde una perspectiva cultural la condición femenina a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX. (Barrancos, Dora (2002) Inclusión/Exclusión. Historia con mujeres. Fondo de Cultura Económica.

[2] Este Congreso convocado por mujeres pertenecientes a los sectores altos de la sociedad se realizó en el misma año que el mencionado Primer Congreso Femenino Internacional.



LA GRECA, Francisca

Licenciada y Profesora de Historia









ETCHEVEST, Graciela

Profesora de Historia









Referencias bibliográficas

ARIAS, Ana Carolina: “Mujeres Universitarias y ejercicio profesional a inicios del siglo XX”

ARMUS, Diego: “El descubrimiento de la enfermedad como problema”, en Nueva Historia Argentina dirigida por Mirta. Z. Lobato. Tomo 5, cap. XII, Ed. Sudamericana,2000.

BARRANCOS, DORA: “La vida cotidiana”, en Nueva Historia Argentina dirigida por Mirta Z. Lobato, Tomo 5, cap. XIII, Ed. Sudamericana, 2000

BACALINI, Federico: “Mujeres y Universidad: cronología de una inclusión (matizada)”

BOTANA,Natalio: “ La Tradición Republicana,Bs.As., Sudamericana,1984

BUCHBINDER, Pablo: “Historia de las Universidades Argentinas”

BUCHBINDER, Pablo: “ Las Universidades en la Argentina:una brevísima Historia”

GONZÁLEZ, María Clementina: “ Las primeras mujeres en la UBA”

PALERMO, Alicia Itatí: “La participación de las mujeres en la universidad.”

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